domingo, 2 de noviembre de 2008

MÉXICO PARA PRINCIPIANTES - HOY: DÍA DE MUERTOS - PARTE FINAL

Carlos Malbrán
“La Fiesta”, José Guadalupe Posada


Entonces la muerte pierde solemnidad y se hace jocosa. El mexicano la llama “calaca”, “la flaca”, “la parca”, y morirse puede ser: “petatearse”, (por el petate que usan los indígenas para dormir), “pelarse”, o “chupar Faros”, (fumar unos cigarrillos de esa marca que son muy fuertes). Aquí a la muerte se la come: se hacen calaveritas de azúcar, de semillas de amaranto, de chocolate. Las panaderías compiten elaborando el “pan de muerto”, una delicia infaltable en estos días; oloroso de azahares para recordar a los idos y adornado con imitaciones de huesos hechas con tiras de la misma masa.
Aquí con la muerte se juega, calaveritas de plástico, de recortes de papel, títeres que son esqueletos bailarines, piñatas de esqueletos y por si fuera poco, a la muerte se la toma a chacota en las famosas “calaveritas” impresas, que son epitafios cómicos alusivos a cualquier persona, algo así como adelantar el juicio final con versos burlescos. Ni el propio Presidente norteamericano se salva de ellas:

Satán le pintó los cuernos
y con el flit le hizo flush…
("Aquí no quiero al tal Bush,
me bombardea los infiernos")
Su ataúd sellen con pernos
y pónganle buen candado;
que un sarcófago blindado
quede por única pista
del malvado terrorista
que al mundo tiene aterrado.

En México la muerte está presente en diversas expresiones del arte popular y ha trascendido a las obras de los grandes, ya que desde que a principios del Siglo XIX, cuando la hermana Juana Beatriz de la Fuente pintara “El árbol vano”, una representación de la lucha entre el bien y el mal, en la que vemos a la muerte personificada por un esqueleto y pasando por la “Alegoría de la muerte”, (1856), de Tomás Mondragón, la calaca se ha hecho presente en la obra de muchos pintores mexicanos, como Orozco, Diego Rivera, Díaz de León o Siqueiros, alcanzando su máximo esplendor en la obra del célebre grabador José Guadalupe Posada, que usa a la parca para denunciar a la oligarquía de su tiempo.
Por supuesto que las escuelas privadas y amplios sectores de la clase media mexicana, en su vocación de norteamericanos de segunda, continuarán alejándose de algo tan “de la plebe”, “tan chusco”, “tan naco”, como esta festividad popular del día de muertos. Tratando de imponer el Halloween, una celebración sajona de brujas, fantasmas y calabazas, que nada tiene que ver con nosotros y tampoco con estas costumbres ancestrales de la relación con los que nos precedieron en el cruce al otro patio.
El mexicano continuará con sus mitos y sus ritos, que si bien nos hablan de la muerte, no son sino su contrapartida, el amor a la vida, demostrando que expirar no es algo tan digno de espanto, porque ya lo dijo uno de nuestros difuntos más amados:

"Al fin que la muerte es sólo un instante"

(Augusto César Sandino)